Durante la pasada semana, la iglesia de San Isidoro vivió un ritual que cada año, en vísperas de la cuaresma, transporta al pasado más antiguo. A los tiempos donde la ciudad renacía del pasado musulmán, donde convivían personas de todas las culturas bajo el amparo del nuevo cristianismo que se asentaba poco a poco.
La hermandad celebró su anual novena al Cristo de las Tres Caídas, envolviendo de un halo de misticismo las naves de la parroquia de la Costanilla.
Volviendo a la antigua oscuridad, la de los cultos de nuestros antepasados. Las paredes de este templo mudéjar volvieron a llenarse de luz, como cuando en el siglo XV levantó sus muros para rendir culto a la honra de Cristo.
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